Mendive. Revista de Educación, enero-marzo 2025; 23(1), e4129

 

Editorial

Repensando la redacción científica en la era de la inteligencia artificial

 

Rethinking scientific writing in the age of artificial intelligence

 

Repensando a redação científica na era da inteligência artificial

 

Yudit Rovira Álvarez1 0000-0003-3232-9372 judy@upr.edu.cu
Moraima Pérez Barrera1 0000-0002-5774-2123 moraima.perez@upr.edu.cu

1 Universidad de Pinar del Río "Hermanos Saíz Montes de Oca". Pinar del Río, Cuba.


 

En este mundo donde la tecnología avanza con una velocidad arrolladora y el conocimiento parece no tener fronteras, surge una pregunta que atraviesa todo el ámbito científico: ¿cómo garantizar que lo que se sabe, lo que se descubre, no se convierta en un monopolio para unos pocos? Y, aún más importante, ¿cómo asegurar que el acceso a ese conocimiento sea verdaderamente para todos?

El Manifiesto sobre la Ciencia como Bien Público Global recuerda una verdad fundamental: el conocimiento no es un bien comercial. No debe estar tras un muro de pago, ni debe ser propiedad de grandes corporaciones o universidades poderosas. El conocimiento, dice el manifiesto, debe ser libre, accesible, compartido; porque en un mundo donde la desigualdad crece, el saber es la única herramienta capaz de romper las cadenas que atan a tantas personas al desconocimiento. Y ahí entra un concepto tan grande como la ciencia misma: el acceso abierto.

El acceso abierto significa que todos, sin importar su lugar de residencia, su poder adquisitivo o su rango académico, puedan leer, aprender y crecer. Pero como todo principio noble, el acceso abierto no está exento de sus propios desafíos; porque este acceso debe ser no comercial. Sin embargo, a menudo se encuentran plataformas que convierten el conocimiento en un bien de consumo, vendiéndolo como si fuera cualquier otro producto.

Es aquí donde entra la inteligencia artificial (IA), esa nueva herramienta que, aunque fascinante, sigue siendo un terreno lleno de incógnitas. La IA ya no es solo una idea de ciencia ficción; es una presencia constante que está cambiando la forma en que se escribe, investiga y entiende el mundo. Ya no es extraño encontrar plataformas como OpenAI, Scholarcy o Writefull, que ayudan a los científicos a generar resúmenes, a corregir errores o a analizar datos. Estas herramientas, aunque poderosas, también invitan a preguntarse: ¿se está perdiendo la esencia de lo que significa escribir un artículo científico, de lo que significa ser autor?

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura dio una pista en 2021, cuando presentó su Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial. Habló de la necesidad de un diseño inclusivo, de la protección de los derechos humanos. Advirtió que el uso de la IA debe estar alineado con los principios de justicia, transparencia y equidad. Pero, como bien se sabe, las tecnologías avanzan mucho más rápido que las leyes y las regulaciones.

Y mientras las grandes corporaciones tecnológicas monopolizan el desarrollo de la IA, el impacto en la diversidad de la producción científica es inevitable. En 2024, la ONU lanzó una advertencia clara: la IA no puede estar en manos de unos pocos. Si no se cuida este aspecto, los científicos de países menos privilegiados, aquellos con pocos recursos, podrían quedarse atrás, excluidos de la nueva ola de conocimientos que esta tecnología podría permitir.

En este contexto, Cuba ha comenzado a trazar su propio camino. En mayo de 2024, el Consejo de Ministros aprobó la Estrategia para el Desarrollo y Uso de la Inteligencia Artificial, con el objetivo de incorporar la IA a la vida cotidiana, de manera ética y responsable. Una estrategia que, aunque ambiciosa, también deja una reflexión profunda: la ciencia no debe ser una carrera hacia la tecnología, sino un compromiso con la equidad y el bienestar social.

Aquí es donde entran las revistas académicas, como Mendive, que tienen la responsabilidad de ser el puente entre los avances tecnológicos y la reflexión ética. Las revistas deben ser un lugar de encuentro, donde se discutan los retos y las oportunidades que la IA presenta. Y, más aún, donde se propongan soluciones que garanticen que la implementación de la IA no se convierta en un filtro que limite el acceso al conocimiento, sino en una herramienta que lo democratice.

Es cierto que la IA puede ayudar en la redacción científica: organizando ideas, corrigiendo errores, incluso sugiriendo nuevas formas de expresar las ideas. Pero también es innegable que la dependencia excesiva de estas herramientas podría hacer que se pierda algo vital: la voz única de los autores, la creatividad, la capacidad de cuestionar. La IA puede ser muy buena analizando datos, pero carece de esa chispa humana que da sentido, que da contexto.

El uso de la IA en la redacción científica está lleno de paradojas. Si, por un lado, puede democratizar el acceso a herramientas de redacción y facilitar la participación de aquellos con pocos recursos; por otro, la brecha tecnológica podría ampliarse aún más, favoreciendo a los que ya tienen acceso a las mejores herramientas. Si los algoritmos que alimentan estas herramientas están sesgados, el riesgo de perpetuar prejuicios y distorsionar la verdad se vuelve aún mayor.

Por eso, se debe ser cauteloso. La inteligencia artificial no debe reemplazar al ser humano, sino complementarlo. En la redacción científica, como en todo el quehacer académico, el juicio crítico, la ética y la responsabilidad son fundamentales. Las herramientas de IA deben ser usadas con sabiduría, no como un atajo que lleve a la mediocridad, sino como una ayuda que permita llegar más lejos, sin perder lo que hace a los seres humanos quienes son.

En medio de todo esto, debe recordarse que la ciencia debe seguir siendo un bien público, libre de los intereses comerciales que buscan apropiarse del conocimiento. La inteligencia artificial puede ser una poderosa aliada, pero solo si se utiliza con responsabilidad, con transparencia y con un firme compromiso hacia la equidad. Porque el futuro de la redacción científica no está en la competencia entre humanos y máquinas, sino en la colaboración.

En Mendive, se está comprometido con este desafío. A través de la reflexión, el debate y el compromiso ético, se puede construir un futuro en el que el conocimiento sea accesible, inclusivo y, sobre todo, útil para todos.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Budapest Open Access Initiative. (2022). Recomendaciones en su 20º aniversario. https://www.budapestopenaccessinitiative.org/boai20/boai20-spanish-translation/

Consejo de Europa. (2024). Andorra firma el convenio sobre inteligencia artificial del Consejo de Europa. https://cadenaser.com/nacional/2024/09/05/andorra-signa-el-conveni-sobre-intelligencia-artificial-del-consell-deuropa-radio-ser-principat-d-andorra/

Domínguez García, I. (2009). Un acercamiento al lenguaje del texto científico. Varona, (48-49), 67-72. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=360636904010

Manifiesto sobre la Ciencia como Bien Público Global: Acceso Abierto No Comercial. (2023). En IV Congreso de Editoras y Editores Redalyc y Segundo Encuentro de Miembros AmeliCA, Cumbre Global sobre Acceso Abierto Diamante. https://globaldiamantoa.org/manifiesto/

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (2021). Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial. https://www.unesco.org/es/legal-affairs/recommendation-ethics-artificial-intelligence

 

Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener conflictos de intereses.

 

Contribución de los autores

Los autores participaron en el diseño y redacción del editorial.

 


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