Mendive. Revista de Educación, julio-septiembre 2020; 18(3):452-456

 

A causa de la Covid-19… ¿perdimos el curso escolar?

 

Because of the Covid-19 ... did we miss the school year?

 

Por causa do Covid-19... perdemos o ano letivo?

 

Mayra Ordaz Hernández

Universidad de Pinar del Río "Hermanos Saíz Montes de Oca". ORCID: http://orcid.org/0000-0003-4729-2197. Correo electrónico: mayra@upr.edu.cu

 

Tal vez usted se ha hecho esta pregunta por estos días, o como una afirmación ha pasado por su mente o sus frases… probablemente la ha escuchado en boca de alguno de sus familiares, amigos o colegas. Es que la idea de la interrupción abrupta del curso escolar, totalmente inédita e inconcebible hace solo unos meses, acaso se haya incluido entre tantas preocupaciones y ocupaciones que el torbellino de esta pandemia ha catapultado a los primeros lugares de la pirámide de nuestras motivaciones.

El Curso Escolar, así, con mayúsculas, es como una entidad que ha determinado gran parte de las rutinas de muchas familias. Principio y fin de planes y aspiraciones, gradualmente ha conducido a las nuevas generaciones a escalar las montañas del saber y a la obtención de calificaciones y titulaciones diversas que, a la manera de los juegos modernos, al vencer los objetivos y retos de un nivel, permite el acceso a otros nuevos, superiores y más complejos; casi siempre con similares emociones de júbilo y triunfo.

Fíjese si es importante, que a pesar de la tremenda afectación generada por la actual pandemia: a la salud, la economía, el comercio y las comunicaciones de todo tipo a nivel internacional, por solo mencionar algunas, numerosas naciones también se han preocupado y generado alternativas para continuar el Curso Escolar: desde iniciativas sofisticadas con "las más modernas tecnologías" (y afortunados los aprendices que pueden acceder, porque igualmente cuentan con "las más modernas tecnologías") hasta variantes más o menos modestas, dependiendo de las posibilidades y prioridades de los gobiernos, para facilitar el acceso a los contenidos programados para cada uno de los niveles escolares.

Hasta aquí, no sé cómo va usted respondiendo a la interrogante que encabeza estas letras. En mi caso, las mencionadas diferencias generadas por las naciones constituyen una razón para recurrir a una respuesta que me ayude a alejarme del categórico "depende". Otra razón tiene que ver con un hecho frecuente en el campo de las ciencias sociales: resulta difícil garantizar que se logre el resultado esperado de manera homogénea. Las iniciativas e intenciones surgidas a nivel macro, para mantener el Curso Escolar en las rutinas y que sus enseñanzas lleguen al destino deseado, quedan atravesadas, no solo por las condiciones reales de vida de las comunidades sociales, también por las posibilidades, intereses y prioridades de las familias y convivientes en las casas de los estudiantes, en su papel protagónico como grupo de intermediación entre individuo y sociedad.

Nótese hoy que este protagonismo ha crecido. La mediación de la familia inunda la cotidianidad de los alumnos; está presente, prácticamente, en todas las actividades de enseñanza-aprendizaje en que estos se involucran, dadas las circunstancias del cese y/o modificación de los contactos con los agentes educativos de la escuela. Recuerdo en este punto unas palabras de José Alberto "Pepe" Mujica, expresidente de Uruguay, relacionadas con el papel que corresponde a cada una de estas agencias socializadoras:

En la casa se aprende a: saludar, dar las gracias, ser limpio, ser honesto, ser puntual, ser correcto, hablar bien, no decir groserías, respetar a los semejantes, ser solidarios, comer con la boca cerrada, no robar, no mentir, cuidar la propiedad y la propiedad ajena, ser organizado. En la escuela se aprende: Matemáticas, castellano, ciencias, estudios sociales, inglés, geometría, y se refuerzan los valores que los padres y madres han inculcado a los hijos.

Desde esta perspectiva, se reafirma el carácter flexible que le propongo para responder nuestra pregunta. Porque en algunas casas, lejos de perderse el curso escolar, puede que se esté ganando, si la familia, además de asumir seria y sistemáticamente el acompañamiento a sus hijos durante las variantes de "teleenseñanza" de las ciencias y letras, aprovecha el tiempo compartido para reforzar en ellos elementos de educación cívica, moral, valores y habilidades sociales que les preparen para las relaciones interpersonales, el trabajo colaborativo en equipos, para afrontar responsabilidades y hacer sacrificios en pro de intereses colectivos. Claro que en todas las familias no se está asumiendo de manera similar este reto.

También se gana el Curso Escolar, si las familias combinan aprendizajes dirigidos al bien común, con otros que, sin descartarlos, tributan a la búsqueda del crecimiento y bienestar personal; si se entrena a las nuevas generaciones (y ojalá, de paso, a otras no tan nuevas que lo necesiten) en la gestión favorable de sus emociones, el cultivo de la humildad, autoestima, honradez, dignidad, independencia, por mencionar algunas cualidades valiosas, de esas que sugieren nuestros grandes maestros: "Enriquecer la inteligencia es bueno, es útil, es indispensable. También lo es fortalecer el cuerpo, adiestrar la mano y aguzar los sentidos. Pero hecho todo eso, aún queda lo mejor por hacer: conformar suavemente el corazón, dirigir con tino la conducta, templar el carácter" (Varona, 1902).

Recientemente, ya en tiempos de pandemia, encontramos en las redes sociales otras publicaciones que refuerzan estas ideas y promueven reflexiones relacionadas con la necesaria integración entre la instrucción y la educación. Algunas tratan el inédito tema que nos ocupa: la interrupción del Curso Escolar en su modalidad más frecuente y tradicional de asistencia sistemática a la escuela, para propiciar el encuentro presencial entre alumnos y maestros. Una de las primeras que disfruté, y que motivó estas reflexiones, lleva por título, precisamente "¿Y qué pasa si los niños pierden el año escolar?".

¿Y si en lugar de aprender matemáticas aprenden a cocinar? ¿A coser su ropa? ¿A limpiar? ¿A cultivar un huerto en el patio? ¿Si aprenden a cantarle canciones a sus abuelos o a sus hermanos más chicos? ¿Si aprenden a cuidar a sus mascotas (…) a ser más responsables y conectados con toda la familia en la casa? ¿Si nosotros, los padres, les enseñamos a ser buenas personas? ¿Si aprenden y saben que estar juntos y sanos es mucho mejor que tener el último celular de moda? (Leal, 2020).

La propia autora, en el blog aprendoyeduco.com expresa que, si los niños aprenden todo eso, a lo mejor no perdemos un año, ganamos un tremendo futuro.

Bajo un título menos optimista: "Un virus antipedagógico", encontré otras reflexiones sobre cómo el coronavirus tiene repercusión en el sistema educativo. Se plantea que esta situación ha puesto sobre la mesa la necesidad de fortalecer la relación de complicidad entre la familia y la escuela; de la orientación en la organización del tiempo, tareas y rutinas; de reconocer que la educación emocional y la cohesión social no pueden estar fuera del currículum y de reconocer que la batalla contra el virus, por el medioambiente o la ciudadanía digital, es a nivel personal a la vez que social (I Vila, s. f.).

Llegamos aquí a una variable fundamental, de la que también depende si se pierde o se gana el curso escolar (y muchos otros eventos): el individuo. Su singularidad, su carácter "único e irrepetible", es una de las escasas cuestiones en la que podemos apreciar cierto consenso dentro de las abundantes y diversas teorías sobre la personalidad. Prueba de ello tenemos cuando, al interactuar con otras personas, vislumbramos a través de su lenguaje, comportamientos y actitudes, apenas un atisbo de la singular red de su individualidad, que semeja un trazado dactilar.

Recuerdo que una de las primeras explicaciones a este fenómeno, la encontré al adentrarme en el voluminoso e intimidante "Rubinstein", que sorprendentemente resultó amigable y diáfano en sus argumentaciones de lo interno a través de lo externo: la relación única entre conciencia y actividad; los rasgos del carácter, que marcan el cuño, el sello de cada individuo; su carácter concreto e histórico, que se forma y transforma a través de la vida, por solo mencionar algunas de sus ideas sobre este tema (Rubinstein, 1967).

La singularidad de las interpretaciones y reacciones de cada individuo también se explica desde la psicología social, en el análisis de los status que asumimos y los roles que desempeñamos. Determinan que sea preciso desdoblarnos, dividirnos y a la vez multiplicarnos ante la variedad de demandas y expectativas de los demás. Piense cómo diferentes actores sociales, por ejemplo, de la obra escolar, han reaccionado al aislamiento social, la permanencia en casa, el cierre de las escuelas, el teletrabajo con su teleenseñanza…

¿Perdimos el curso escolar? Imaginemos…qué responde el maestro que disfruta su trabajo, la relación cara a cara con sus estudiantes… al que se le atrasó su programa, que ahora debe modificar lo que con desvelos planificó, anticipando las reacciones de sus alumnos… y el maestro, para el que su profesión no es tan placentera…

Qué responde el estudiante que espera los exámenes de ingreso a la universidad… el de último año, que ve peligrar la tan esperada graduación, postergados sus planes y sueños… el que se alivia, al menos temporalmente, del estrés de la evaluación y del veredicto que abre o no, puertas a propósitos y esperanzas… el que se ha quitado una carga y disfruta el ocio… y el que tiene en la escuela a su pareja, sus amigos, de los que se ha tenido que distanciar…

Qué responden las familias que tienen dentro de sus prioridades la función educativa de sus hijos, las que tienen mayores o menores posibilidades para organizar conscientemente influencias positivas en su formación, las que consideran que esta responsabilidad le corresponde a la escuela.

Qué responde el directivo comprometido con su organización, ahora sumergido en las preocupaciones que genera una nueva gestión educativa en extremo dinámica y flexible, que cambia los encargos tradicionales y seguros, por misiones tan novedosas e inesperadas, como importantes. Y el directivo acomodado, enemigo del cambio, que se sentía feliz en las rutinas cotidianas y se ha visto obligado a salir de su zona de confort.

La lista de respuestas sería extensa, signada por lo relativo a cada individuo, sus grupos, su sociedad. A propósito de la relatividad, recuerdo unas palabras de Albert Einstein contenidas en una carta dirigida a su hija Lieserl. Él expresó su deseo de que se socializaran 20 años después de su muerte, lo que indica que estos razonamientos son anteriores a abril de 1955:

Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser que en él habita, el amor es la única y la última respuesta (s. f.).

La invitación es a ponerle amor a nuestras respuestas ante esta situación, a asimilar sus retos y transformar cada arista posible, en una oportunidad para ser creativos, optimistas, eternos aprendices para el bien propio y el bien común. La invitación es a aprovechar el tiempo que se nos ha dado, para compensar en el presentelo que podamos haber perdido (de este Curso Escolar y del resto de nuestros planes). Y proponernos a futuro, reestructurar nuestros propósitos y sentidos de vida, que sean más altruistas, provechosos y dignos. "Cuando la tormenta pase/ y se amansen los caminos (…) entonces recordaremos/ todo aquello que perdimos/ de una vez aprenderemos/ todo lo que no aprendimos" (Valdés, 2020).

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Einstein, A. (s. f.). "El amor": Carta de Albert Einstein a su hija. Argentina: El Cordillertano. Recuperado de https://www.elcordillerano.com.ar/noticias/2014/10/20/50751-el-amor-carta-de-albert-einstein-a-su -hija/

I Vila, J. J. (s. f.). Un virus antipedagógico. Tenerife, España: Ined 21. Recuperado de https://ined21.com/un-virus-antipedagogico/

Leal, P. (27 de abril de 2020). ¿Y qué pasa si los niños pierden el año escolar? Aprendoyeduco.com. Recuperado de http://www.aprendoyeduco.com/y-que-pasa-si-los-ninos-pierden-el-ano -escolar/

Mujica, J. A. (s. f.). Se aprende en la escuela y se educa en casa. Webdelmaestrocmf.com. Recuperado de https://webdelmaestrocmf.com/portal/eva-bailen-se-aprende-en-la-escuela-y-se-educa-en-casa/

Rubinstein, J. L. (1967). Principios de Psicología General. Habana, Cuba: Revolucionaria.

Valdés, A. (4 de abril de 2020). Esperanza.Honduras: Criterio.hn.. Recuperado de https://criterio.hn/esperanza-el-poema-del-cubano-alexis-valdes-en-medio-de-la-pandemia/

Varona, E. J. (1902). La República de Cuba cumple 117 años. América 2.1. Recuperado de https://americanuestra.com/la-republica-de-cuba-cumple-117-anos

 


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