Revista Mendive, julio-septiembre 2017; 15(3): 257-262

Acerca de la educación de los jóvenes: sabios consejos del imprescindible Félix Varela Morales

About education of young people: wise counsel of essential Felix Varela Morales

Pedro Rivera Martínez1, Osvaldo Echevarría Ceballos1

1Licenciado en Educación. Especialista en Docencia en Psicopedagogía. Profesor Auxiliar. Universidad de Pinar del Río “Hermanos Saíz Montes de Oca”.
Correo electrónico: pedro.riveram@upr.edu.cu

 

En la amplia tradición pedagógica cubana se destacan numerosas personalidades que han ponderado la necesidad de estudiar profundamente a la juventud para lograr un efectivo trabajo educativo con ella. Entre los precursores en este terreno se encuentra el presbítero Félix Varela Morales, quien fuera un conocedor acucioso de sus discípulos, un observador perenne y un experimentador avezado en el difícil y naciente campo de las disciplinas pedagógicas.

En muchas de sus obras dedica importantes reflexiones, ofrece el resultado de sus experiencias y brinda sabios consejos sobre el trabajo con la juventud, la necesidad de su profundo conocimiento, la psicología de su accionar y cómo debiera, por tanto, ser la manera de conducirse de quienes tienen la responsabilidad de orientarla en la vida. De aquí el interés de los autores por dar a conocer, mediante esta vía, sus pronunciamientos al respecto, para incentivar el deseo y la necesidad de seguir acercándonos a él, porque está en el privilegiado grupo de los imprescindibles forjadores de la patria, donde la juventud está llamada a desempeñar un papel protagónico.

Comprender a los jóvenes, preocuparnos por ellos y ocuparnos de ellos

El maestro Félix Varela tuvo dos grandes preocupaciones. Una era el destino de su patria, Cuba, a la que dedicó gran parte de sus trabajos. La otra, la formación de la juventud, en la cual estaba la esperanza de Cuba. Él bien conocía que, en la formación de los jóvenes, en la educación dentro de los principios éticos, no solo participa la forma en la que actúan los hombres, sino las causas que motivan tales actuaciones. Este conocimiento fue producto de los diez años que estuvo dedicado a la enseñanza pública. A partir de una continua observación de la juventud, señalaba la influencia negativa que ejercen las preocupaciones en la formación de los jóvenes, para lo cual el trato social es determinante. A diferencia de la niñez, donde los que educan, padres y demás personas, con solamente presentar “(...) la razón con pasos moderados y con aire de respeto” (Varela, F. 1944), se puede conducir hacia lo recto con mayor facilidad, “(…) la juventud siempre fogosa presenta otra clase de obstáculos, que consiste en la animosidad con que se resigna un joven a defender sus ideas, como si sostuviera sus más sagrados derechos” (Varela, F. 1944).

En nuestra realidad, hay que comprender que este comportamiento de la juventud está dado porque su pensamiento se perfecciona y se convierte en un pensamiento crítico-valorativo. Todo trata de comprenderse desde el punto de vista personal y lo que se aprende pasa a formar parte de sus conocimientos y criterios personales. Incluso esto se manifiesta en las defensas apasionadas de sus ideas y en las discusiones acaloradas con personas que tienen criterios opuestos a los suyos; aunque en algunos jóvenes la memoria tiende a ser mecánica, lo que indica limitaciones para penetrar en la esencia de los fenómenos naturales y sociales y una pobre elaboración personal.

Teniendo como precepto lo anterior, Varela indica cómo actuar, sugiriendo“(…) no arrostrar a la juventud en sus opiniones si queremos destruir su preocupación” (Varela, F. 1944), ya que “(…) los jóvenes suelen ser los primeros defensores de la razón contra lo que el tiempo llega a autorizar entre los hombres, sin más fundamento que la misma antigüedad” (Varela, F. 1944).

Es muy actual la observación que hace el Padre Varela sobre “(…) una preocupación muy frecuente, pero advertida, que consiste en preocuparse por no ser preocupados, o en el temor de la preocupación” (Varela, F. 1944). Esto es muy evidente cuando en la realidad, para evitar hacer un papel ridículo, se dejan llevar por cualquier información  que obtienen por diferentes fuentes, sin confirmar su fiabilidad, esgrimiendo que es cierta, por lo que “(…) les vemos variar de opiniones a cada paso sin más razón que el no tener ideas añejas”. Los jóvenes de hoy deben comprender que actuando de esa forma pueden quedarse “(…) sin una instrucción sólida, llenando sus cabezas de ideas mal dirigidas pues no han dado tiempo a que se corrijan por la meditación y la experiencia, y peor aun desechando lo verdaderamente útil porque no lo conocieron, y quedan ya tan preocupados en contra, que difícilmente se consigue que retrocedan y admitan lo que una vez desecharon” (Varela, F. 1944).

A su vez, a los educadores los orienta a que si “(…) la novedad es para ellos un ídolo a que sacrifican todas sus ideas, y así es preciso valerse de la misma novedad, si se requiere sacar partido de ellas” (Varela, F. 1944). Esto solamente es posible si los educadores se mantienen bien informados, actualizados, descubriendo los principales intereses y motivaciones de los jóvenes, para tener argumentos sólidos en su educación.

El estudio de las ciencias y la actitud ante los exámenes

Félix Varela hizo importantes reflexiones sobre algunas causas del atraso de la juventud en la carrera de las ciencias, donde propone un método muy efectivo en el logro de formar nuestra ciencia.  De ahí la necesidad de “(…) muchos momentos de meditación para hacer verdaderos progresos en las ciencias, para adquirir un caudal propio y no prestado, pues no  es más que un préstamo la aparente adquisición que hacemos de las ideas ajenas por medio de la lectura, sino le agregamos nuestras reflexiones” (Varela, F. 1944). Esto implica que los jóvenes deben profundizar en los estudios de las ciencias, evitando imitar la conducta de los entendimientos ya formados por otros, tomando una posición más crítica para abordar el conocimiento  de la realidad de manera creadora, buscando y encontrando nuevos medios de penetrar en la realidad. Esto facilita la solución de problemas y la posibilidad de plantear nuevas teorías y explicaciones.

Para el Padre Varela es muy importante la posición que asume el joven en el período de los exámenes. Con respecto a esto reflexiona sobre los incorrectos hábitos de estudio de aquellos que no tienen bien organizadas las acciones de esta determinante actividad en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Según él “(…) sucede por lo regular que un joven descuida algunos meses antes del examen, y deja para los días inmediatos el trabajo que con tranquilidad y perfección podría tener hecho. ¿Qué resulta? Que las ideas amontonadas más bien colocadas en el entendimiento, no se conservan más tiempo que el que dura el examen, y pasados algunos días solo se acuerdan los jóvenes, como de un sueño, de todo lo que trabajaron”( Varela, F. 1944).

En esta idea se hace énfasis en la posición finalista que asumen algunos estudiantes en su preparación para los exámenes, pretendiendo que les basta un corto tiempo para lo que a otros cuesta largo estudio. En nuestra sociedad se hacen grandes esfuerzos para evitar estas conductas, maestros y profesores deben tener en cuenta en el proceso de enseñanza-aprendizaje la lucha sistemática y enérgica contra el olvido, proceso psíquico normal. En esto es determinante la forma en que los estudiantes asimilan los conocimientos, que será incompleta si son incapaces de demostrar los resultados alcanzados de manera estable durante un período más o menos largo, lo que significa que los conocimientos que se adquieren como vía para la formación y consolidación de la concepción científica del mundo y para su utilización en la actividad práctica transformadora no son sólidos ni duraderos.

Con respecto al método idóneo que se debe asumir para la preparación para los exámenes, el padre Varela hace un señalamiento muy oportuno a los profesores y maestros a que eviten, por todos los medios posibles, los elogios que a veces se hacen a un joven “(…) haciéndole creer con más mérito del que tiene, llenándole de viento la cabeza y de mezquinas pasiones el corazón. El resultado es que no estudia, porque confiado en su gran talento, cree que no lo necesita mucho; o si estudia es con todos los obstáculos que resultan de una pasión desarreglada; cuida poco de sus progresos, y mucho de sus victorias, y a veces llega a extraviarse enteramente” (Varela, F. 1944).

Esta conducta puede traer un mal mayor, que en nuestra sociedad se combate constantemente, pero aun sigue latente en el sistema educacional, cuando se refiere a la falsa emulación. Es muy importante distinguir, según Félix Varela, a aquel joven “(…) que se esfuerce por aprender lo que otro ha aprendido, juzgando de la posibilidad de conseguir un conocimiento por la experiencia de haberse conseguido por otro, a quien cree en iguales circunstancias, es sin duda una virtud, y el principio del adelantamiento; de aquel otro joven que roído de la envidia, desee por todos los medios oscurecer a los que mira como a sus enemigos, solo porque tienen más aplicación o más talento, es no solo un crimen, son la causa de la ignorancia” (Varela, F. (1944).

Para evitar tales conductas en los jóvenes, pide a los maestros y profesores no fomentar entre ellos la rivalidad que con el nombre de emulación solo trae una verdadera antipatía. Por el contrario, desea inspirar en los jóvenes, “(…) la sinceridad, la generosidad y la franqueza, que deben formar el carácter de un sabio y cuyos fundamentos deben ponerse desde los primeros años, porque después es tarde y rara vez se consigue” (Varela, F. 1944).

Es significativo precisar que el padre Varela recomienda cómo actuar con este tipo de joven, al considerar que “(…) debe elogiarse a un joven dejándole entrever lo mucho que aun ignora, lo que puede esperarse de él si continúa con empeño en sus estudios, en qué consiste el verdadero mérito, y cuán fácil es perderlo. En este caso, no todos pueden tener igual confianza para inculcar estas ideas a los jóvenes; pero los maestros y personas allegadas deben tenerlas sin límites, y persuadirse que faltan a su obligación omitiendo estos saludables consejos” (Varela, F. 1944). Como se puede deducir de esta importante reflexión, el papel del maestro y de los educadores no profesionales es determinante en la formación de la juventud que necesita nuestro sistema socialista actual.

Cartas a Elpidio, mensaje patriótico a la juventud cubana

Aunque Varela no escribió un manual de educación patriótica, sus ideas al respecto encierran un extraordinario mensaje educativo, que llegaba al pueblo y muy especial a la juventud cubana a través de sus simbólicas Cartas a Elpidio, una vez radicado ya en Estados Unidos. Según especialistas e investigadores, es una obra sin pactos políticos con la élite dominante y basada en intereses que no son ajenos a los patrióticos.

La obra es dirigida a la juventud cubana, a la que calificó como “(…) la dulce esperanza de la patria” (Varela, F. 1944). Elpidio, etimológicamente, significa esperanza. Sin embargo, en aquel momento el destino de la obra fue trágico. En La Habana solo José de la Luz y Caballero la defendió. La burguesía esclavista hispano-cubana la rechazó, ya que ellas contenían ideas supuestamente perniciosas, salidas del carácter y el alma del Padre Varela.

¿Por qué esta reacción? ¿Qué mensajes y reflexiones contiene esta obra que trasciende su época?

La trascendencia de las Cartas a Elpidio está en la forma en que Varela expresa y practica su concepción ideológica como ideología aplicada. Es un trabajo para crear conciencia patriótica utilizando un lenguaje religioso, pero de connotaciones políticas.

En la primera carta hace un análisis muy importante sobre la impiedad como causa del descontento individual y social. Exhorta a Elpidio a que medite sobre las doctrinas destructoras de la libertad humana, de las cuales son autores y partidarios de ellas los impíos (falto de piedad o compasión) “(…) que no pudieron superar sus pasiones y se declaran esclavos de ellas” (Torres, 1997). Más adelante afirma que “(…) la impiedad ha sido siempre detestada por sus perniciosos efectos; y que el orden social y la paz de los hombres han sido siempre víctimas de los impíos, como lo han sido también los supersticiosos y fanáticos” (Torres, 1997).

Como se puede deducir de estas reflexiones, todo lo que viene de este tipo de persona perjudica y destruye la naturaleza humana. Además, la impiedad destruye la confianza de los pueblos y sirve de apoyo al despotismo. Alerta a la juventud sobre la conducta y las formas de manipulación de estas personas al señalar que “(…) el impío es hombre del momento, más, el justo es hombre de la eternidad. Tienen, pues, consistencia las sociedades de los justos y son deleznables las de los perversos” (Torres, 1997).

Gran conocedor de las particularidades de la juventud, no está de acuerdo con aquellos que la juzgan con prontitud por su impiedad, cuando para él es “(...) solo una majadería, o mejor dicho una niñada, y así es que no debemos desesperar de su corrección, sin perder la tranquilidad de nuestro espíritu de las travesuras de los jóvenes” (Torres, 1997). De ahí que da consejos muy valiosos a aquellos que tratan directamente a la juventud, invitándolos a estudiar el carácter individual de cada joven, arreglando por él nuestra conducta. Es destacable, en el Padre Varela, el profundo conocimiento que tenía sobre las capacidades del joven en el proceso de desarrollo de su conciencia, convirtiéndolo en sujeto de su actividad. Tomando esto como punto de, recomienda a los educadores a actuar teniendo en cuenta que “(…) la oposición que se hace a un joven, si queremos que produzca buen efecto, debe ser casi insensible, y es preciso procurar que él mismo sea su corrector” (Torres, 1997).

¿Cómo educar adecuadamente a los jóvenes?

Para Félix Varela una pregunta es clave y su respuesta debe ser siempre una guía para todo aquel que quiera dirigir y educar adecuadamente a los jóvenes: ¿Cómo lograrlo?. Al respecto planteaba“(…) los jóvenes siempre aman cuando conocen que son amados y el que tiene la felicidad de conseguir su amor está seguro de manejarlos como lo parezca, pues llegan a formar un juicio favorable de los objetos por la buena idea que tienen del que los propone y así es que entran en el examen sin repugnancia y sin preocupación, o más bien con el saludable favor de la virtud” (Torres, 1997). Y concluye, alertando a los que dirigen a los jóvenes, no olvidar una debilidad, en que casi todos incurren, cuando afirma: “(…) no hay niño que no quiera ser grande en cuerpo y no hay joven que no quiera serlo en ideas y sentimientos” (Torres, 1997).

También a partir de sus experiencias en la educación de los jóvenes propone no imponerles nuestra opinión, sino “(…) siempre tratarlos como si fueran lo que ellos quieren ser, esto es, hombres ya formados, entonces, tratándoles como hombres de experiencia, he procurado comunicarles la mía y dejarles que crean que me han engañado persuadiéndome de que antes la tenían; y de este modo he sabido convertirlos en mis colaboradores” (Torres, 1997). Por lo que recalca la necesidad de evitar “(…) tener por enemigo a muchachos y menos entrar en disputa con ninguno de ellos, antes he procurado siempre hacerles entender que los amo y los respeto, y siempre me he prevalido de tal cual concepto que sabía formaban de mí, para usarlo como instrumento, el más eficaz, para hacerles admitir mis ideas y seguir mis consejos” (Torres, 1997).

Otro aspecto muy destacado de la obra de Varela, reflejado en las Cartas a Elpidio, fue el interés mostrado por la necesidad de fomentar el estudio de las matemáticas y el de la física y la química como “(…) antídoto contra la corrupción de la juventud y de impiedad en los años peligrosos” (Torres, 1997). De esta forma rompía con la rutina de la estructura de los estudios de aquella época, dándole una nueva orientación al pensamiento de la investigación científica, colocando a la juventud en condiciones de pensar por sí misma.

Con respecto a esta necesidad, criticaba la actitud de algunos padres cuando decía: “(…) yo he deplorado siempre el alucinamiento de muchos padres, que consideran como perdido el tiempo que emplean sus hijos en el estudio de las ciencias naturales. No perciben las ventajas porque no se valúan por tanto o cuánto, y para hablar más claro, porque no producen dinero. ¡Qué error tan funesto!” (Torres, 1997).

He aquí algunos de los argumentos que evidencian la gran trascendencia de las Cartas a Elpidio, como obra destinada al hombre sencillo que inicia su vida política y social, al joven, para marcar en él un derrotero ético sobre pilares patrióticos y científicos; es la búsqueda del deber ser de la sociedad cubana.

En sentido general los consejos a la juventud son un tema recurrente en toda la obra del  hombre que nos enseñó a pensar como cubanos y demuestran su preocupación por el futuro de la patria nueva que se forjaba con la rebeldía y el espíritu redentor de sus mejores hijos y hoy están más vigentes que nunca ante los nuevos desafíos que emergen ante la joven generación de estos tiempos.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Colectivo de autores. (1995) Historia de la pedagogía en Cuba, Ciudad de La Habana.

García, G., y Gaspar, J. (1978). Bosquejo histórico de la educación en Cuba. Editora Pueblo y Educación. La Habana.

Hernández, O, R. R., y Vega, J. E. (1995). Historia de la educación latinoamericana. Editora Pueblo y Educación. La Habana.

Torres, C. E., Ibarra, C. J., y García, R. M. (1997) Félix Varela. Obras. Casa de Altos estudios Fernando Ortiz e instituto de Historia de Cuba, La Habana, Editora Imagen Contemporánea.

Varela, F. (1944). Misceláneas filosóficas. Universidad de La Habana.

Varela, F. Cartas a Elpidio. (1944). Sobre la impiedad, la superstición y el fanatismo en sus relaciones con la sociedad. Universidad de La Habana.

Varela, F. (1944) Lecciones de filosofía. Universidad de La Habana.